jueves, 13 de enero de 2011

MALDITOS BASTARDOS

La editorial Marvel, esa que se ha convertido en un filón de personajes para el cine como Spiderman, Daredevil, los 4 fantásticos, Iron Man, el increíble Hulk o Thor, y que es propiedad de la factoría Disney desde hace algo más de un año, inició hace varias décadas una colección que, tras el nombre de “What If”, proponía al lector una serie de realidades alternativas sobre los más diversos personajes de la compañía, en las que, sus vidas y ellos mismos, variaban su discurrir hasta donde la caprichosa mente del guionista de turno le permitiera. "Que hubiera pasado sí"... "Spiderman fuera una mujer", "El Capitán América fuera elegido presidente" o "Conan luchara contra Thor", son algunos ejemplos de los variopintos argumentos que aquella colección proponía.
Hace bastantes años menos, Quentín Tarantino, filmaba una suerte de “what If” sobre la Segunda Guerra Mundial, donde un grupo de soldados americanos que respondían al nombre de "los Bastardos”, recibía inicialmente el encargo de acabar con militares alemanes y fomentar el miedo en el ejército invasor. Una vez logrado ese objetivo, através del teniente Archie Hicox, entran a formar parte de la operación Kino, un plan facilitado por una actriz alemana, Bridget von Hammersmark ,que espía para los británicos, y que pretende acabar con la práctica totalidad de la cúpula nazi. En la sombra Shoshanna, una joven cuya familia, el caza judíos Hans Landa, asesina en el glorioso primer capítulo, regenta un cine de París donde, finalmente, todas las historias acabaran convergiendo, en el estreno de una película, "El orgullo de la nación", y que contará con un invitado de honor, Adolf Hitler. Me abstendré de describir el final de "Malditos Bastardos", para evitar desvelar a quién no haya tenido la fortuna de disfrutarla, el disgusto consecuente, pero no me jugaría gran cosa por el éxito de Shoshanna y Aldo Raine, teniendo en cuenta la fortuna que acompañó al “cabo bohemio”, a la hora de salir indemne de todos los atentados que sufrió.
Sobre intentos de acabar con la vida del Führer, el cine también se ha hecho eco en visiones más históricas que la de Tarantino, por ejemplo “Valkiria” de Bryan Singer. La película describe los últimos intentos, en 1944, para acabar con Hitler llevados a cabo por una resistencia militar, que si bien en principio permitió los excesos del Canciller durante “La noche de los cuchillos largos”, gracias a un acuerdo implícito en el que el mandatario se abstendría de interferir en los asuntos internos del ejercito, no tardo en comprobar, tras la muerte de Hindenburgh, que las intenciones del líder nazi, se dirigían por caminos bien distintos.
Cuando a finales de 1937, Hitler hacía públicas sus intenciones de expansión, ciertos miembros de la cúpula militar, Blomberg y Fritsch, se mostraron contrarios a dichas ideas. Blomberg acabó dimitiendo cuando, Goering, descubrió que su segunda esposa había ejercido la prostitución. Fritsch fue relevado por “problemas de salud”, la Gestapo, a solicitud del mismo Goering, llevó a cabo un informe en el que se le acusaba de ser homosexual.
Ludwing Beck, Hans Oste o Carl-Heinrich von Stülpnagel, fueron algunos de los militares que se rebelaron contra esas decisiones y decidieron formar una resistencia interna, pero que carecía de la homogeneidad necesaria para poder llegar a ser lo suficientemente efectiva. En realidad, si no fuera por la cantidad de muertes que se produjeron tras la pusilanimidad de unos y la locura de los otros, la cosa nos ha dejado algunas situaciones realmente ridículas. Como cuando Beck propuso a los generales una dimisión colectiva, y solo la presentó él, cuando von Manstein respondió indignado que “los Mariscales de campo prusianos no se amotinan”, o cuando uno de los primeros conjurados, Witzleben, se marcho a su casa indignado diciendo: “este golpe de estado es un asco”.
Uno tras otro, los planes de dicha resistencia, fueron fallando por todo tipo de casualidades que siempre favorecieron al afortunado Führer, pero en algo si tuvieron una gran clarividencia, el lugar donde se debía recluir al líder nazi: un centro psiquiátrico. Si bien estos parecerían los intentos más serios para acabar con la vida o el poder de Hitler, lo cierto es que uno tiene una especial debilidad por el intento en solitario de Georg Elser. No es que este fuera el único, Maurice Bavaud, un suizo ultra católico y anticomunista, que consideraba al Führer un neopagano demasiado débil con respecto a Stalin, llevó a cabo su propio intento, pero este fue tan poco interesante como la propia historia de Maurice que, salvo por su intento de acabar con Hitler, bien podría haberse hecho misionero, como era su intención.
El intento de Elser fue muy distinto. Georg, un carpintero de Suabia, creía que la política del gobierno perjudicaba a la clase obrera, y temía que la política expansionista del Führer, acabará por provocar una nueva Guerra Mundial. Con esa idea, Elser, con una minuciosidad y cautela sorprendentes, viajo hasta Berlín para ser testigo de cómo Hitler y sus viejos camaradas asistían a la cervecería Burgerbrau de Munich, para conmemorar el fallido golpe de estado de 1923. El carpintero fue testigo del discurso de Hitler, y tomó buena nota del horario y el lugar, llegando a la conclusión de que aquel debía ser el lugar donde llevara a cabo su atentado. Se fijó en que, tras el estrado donde el líder del NSDAP daba su discurso, había una columna donde se podía esconder una bomba de relojería, y que además, dicha columna, sostenía una galería que, al desplomarse, acabaría con Hitler si la explosión no lo hacía. Tan convencido de ello que, diez meses después, regresó a Munich, con sus herramientas, dispuesto a llevar a cabo su plan. Primero trato de encontrar trabajo en la cervecería, y al no poder lograrlo, empezó a ir a cenar todos los días, tras lo cual, escondiéndose en un escobero o en el salón de actos, esperaba a que se cerrara el local para iniciar su trabajo. Durante la noche realizaba un hueco en la columna donde pretendía esconder la bomba, tapándolo para no ser descubierto antes de la llegada de los primeros empelados, momento que aprovechaba para abandonar la cervecería. Finalmente llego el gran día, era el 8 de Noviembre de 1939. Alemania llevaba 2 meses en guerra, y Hitler planeaba invadir Francia, por lo que, sin que Georg se enterase, había anunciado que no acudiría a la celebración, y que sería sustituido por Rudolf Hess. Finalmente, para no levantar sospechas sobre sus intenciones, decidió acudir al evento, pero modificando el horario y así poder volver pronto a Berlín para continuar con la planificación. Elser, ajeno a esos cambios, continuó con su plan tal como lo había previsto. La bomba estallaría a la 21:20, mientras el cruzaba la frontera suiza en tren. Al “cabo bohemio”, que había adelantado en media hora el inicio habitual a su discurso, le volvió a sonreír la fortuna, ya que cuando la bomba explosionó, se encontraba en la estación de tren a punto de salir hacia Berlín.
La fortuna adversa, fue para Georg Elser, cuyas previsiones resultaron cambiar en los momentos cruciales. Casi cuando estaba llegando a la frontera con Suiza, donde anteriormente no había casi controles, el estallido de la guerra lo había cambiado todo. Interrogado por dos agentes, Elser, no resulto muy convincente, y tras ser registrado y habiéndole encontrado una serie de objetos incriminatorios, fue puesto a disposición de la Gestapo. El gobierno nazi lo presento como la mano ejecutora de una conspiración orquestada por británicos y soviéticos, y fue llevado a un campo de concentración hasta que, casi al final de la guerra, fue ejecutado por orden de Himmler.
Lo que nunca supo Elser, es que su atentado abortó un golpe militar que se pretendía llevar acabo días después, pero conociendo a los implicados, me apuesto todo lo que tengo a que al bueno de Erwin von Wiztleben, no le faltarían motivos para pensar que “aquel Putsch era un asco”.

4 comentarios:

  1. Que bueno lo de los What If. Yo tengo varios muuuy interesantes.

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  2. Me alegra de que te guste. Creo que yo tengo alguno por ahí también. Quizá el de Thor y Conan... no recuerdo. Lo miraré.

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